28/1/10

Napoleón y el puente



Este de arriba es el Puente Verde, que no se llama así por ese musgo crecido en la humedad, sino por otro puente de madera pintado de verde que hubo en el mismo lugar. Está situado sobre el Genil, al final del Paseo de la Bomba, y hace ya años lo desfiguraron con una plataforma de hormigón para ensancharlo.

¿Qué tiene que ver este puente con Napoleón? Pues mucho, pues lo mandó construir un tal Horacio Sebastiani, general del ejército invasor francés, al que no se le ocurrió otra cosa que derribar la torre de la iglesia de San Jerónimo, joya del Renacimiento, para utilizar sus piedras en el puente. Disponía ahí al lado de las canteras de Sierra Elvira, pero era mucho trabajo sacar y tallar la piedra, por lo que optó por el camino fácil de encontrárselas dispuestas.

En estos días conmemoramos -que no celebramos- en Granada el bicentenario de aquella invasión napoleónica, que algunos consideran fue favorable para la ciudad, (que se lo digan a la iglesia de S. Jerónimo) y de la visita de José Bonaparte, que residió aquí durante casi dos semanas.

Con este motivo hay previsto un amplio programa de actividades: publicaciones de libros, visitas guiadas a la “ciudad napoleónica”, ciclos de conferencias y hasta un concierto de música militar. Confío en que las autorizadas personalidades que han formado el comité de organización de estos eventos y a cuyo cargo están ahora las conferencias y libros, puedan explicarnos lo que tuvo de positiva aquella invasión.

Seguiremos informando.

25/1/10

Con menos de todo


Con menos tierra
podría hacer mi calle
para andarla yo solo.

Con menos muerte
podría hacer mi vida
para morirme solo.

Con menos vida
podría hacer mi muerte
para vivirla solo.

Y con menos de todo
-de tierra, vida y muerte-
para quedarme solo.

José Carlos Gallardo (1925-2008)

18/1/10

El patio


Hace 35 años abandoné con pena mi casa de toda la vida. No era una gran casa, no era como las casas de patio andaluzas, con el patio en medio y una galería alrededor en el piso de arriba. En mi casa sólo había un patio, detrás, pero tenía un arriate con árboles y plantas, cosa que los patios típicos no tienen.

Delante, a la entrada por la calle, estaba el portón, un pequeño portal y la puerta de cristales que daba paso y luz al recibidor. Y, al fondo del recibidor, el patio, que tenía las tapias cubiertas de yedra, un celindo enorme cuyas ramas, en primavera, se vencían hasta el suelo por el peso de la flor y un albaricoquero con albaricoques, en cuyas ramas se enredaba un falso miraguano de flores pequeñitas y olorosas, que más de una vez lucí en el pelo en el Festival de Música y Danza. Había también un níspero grande, y otro que yo sembré con un hueso del primero y que ya me sobrepasaba en estatura. Y en el centro, rodeando el aljibe, macetas de aspidistras (o pilistras, como se les llamaba)

En la posguerra, cuando un huevo era un artículo de lujo, en el patio había un pequeño gallinero de tela metálica, con cuatro o cinco gallinas y un gallo, que se alimentaban con las sobras de la comida y un guiso de pieles de patata y salvado. Las gallinas tenían nombre y, si alguna vez se sacrificaba alguna, a mí me mandaban a casa de la abuela. Luego, me decían que se había muerto, pero yo miraba con sospecha el arroz que me estaba comiendo....

Cuando algún tiempo después firmamos la escritura de venta, la compradora me dijo: Tiene Vd. que ir a ver como hemos dejado la casa. Construímos parte del patio y, en el resto, hemos quitado la tierra, los árboles y las plantas para que no haya bichos

Si las miradas mataran, aquella señora se hubiera quedado tiesa en el despacho del notario.


Durante estos 35 años he pasado muchas veces por la puerta, he visto el portón siempre cerrado (la inseguridad, ya se sabe) y hasta en alguna ocasión me he sentado en el bar de enfrente para espiar si, al entrar alguien, podía ver la puerta de dentro.

Ahora la casa está cerrada, pues se ha vendido para edificar. En este momento quizá ya no exista.

Si esta noche sueño con gallinas, con albaricoques y flores de celindo. Si oigo el silbido de alguien que me llama desde la calle, si me veo bajando las escaleras de dos en dos, si siento el roce de la pared del portal mientras dejo que me roben un beso....

....será que este blog se ha convertido en magdalena.

Comentado en Comentaristas Dispersas cualquier día de cualquier año.

9/1/10

Crisis


Foto de Ramón L. Pérez en IDEAL

Ayer, en el supermercado, vi como una señora introducía entre su ropa un envase de embutido loncheado. Su precio: poco más de un euro. La seguí, tomó una barra de pan y pasó por caja abonándola. Luego desapareció rápidamente camino de la calle.

Yo continué llenando mi carro, pero con el desasosiego de haber presenciado algo que no era un juego, ni un trastorno mental, ni siquiera un delito, sino una tragedia doméstica, cotidiana.

Y hoy encuentro en el periódico esta información de Miguel Allende.

Sobran las palabras. No hay nada que añadir.

1/1/10

Año Nuevo



Termina un año y empieza otro, con la incógnita de lo que nos puede traer a lo largo de esos 365 días. Que pueden ser menos, pero nunca serán más.

Mi mayor deseo es que todos tengamos una navegación lo más tranquila posible, libre de tormentas y naufragios, y nos reunamos aquí de nuevo para el estreno del 2011.

Y para terminar el año, el recuerdo de un bello momento de su principio: el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena dirigida por Daniel Barenboim.


En el bello Danubio Azul de Johann Strauss (hijo)




Marcha Radetzky de Johann Strauss (padre)





Y si os apetece una reflexión más profunda podéis encontrarla aquí.