29/1/15

Oficina (de farmacia)






     Hace ya algún tiempo se jubiló la farmacéutica de mi barrio y la farmacia pasó a sus hijos, que se han apresurado a modernizarla. Y no cualquier modernización, sino el no va más del progreso, de forma que la antigua rebotica en la que tantas consultas confidenciales recibió su madre, se ha convertido en una especie de factoría industrial con conducciones que suben y bajan camino de unas ventanitas abiertas a la parte del público. Y así, los farmacéuticos que te atienden teclean en su ordenador y el medicamento aparece en esas ventanitas como por arte de magia, para lo cual, cada uno de ellos tiene delante un pequeño mostrador con el sitio justo para él y su pantalla y, a su espalda, la ventanita que le corresponde. Magnífico, ¿verdad? Se acabaron las continuas idas y venidas a la rebotica en busca de los medicamentos y el subirse en una escalera para alcanzar los más altos de las estanterías. 

     Pero resulta que el otro día me presento al salir del médico con mis recetas en la mano y con la necesidad de rellenar en ellas los datos que no rellena el médico, así que sorteo la gente que llena la farmacia y le pido un bolígrafo a uno de los farmacéuticos, que conozco desde que era niño. Me aparto a la mesa de tomar la tensión para escribir, cuando termino le devuelvo al farmacéutico su boli y, viendo que no está atendiendo a nadie, le alargo las recetas, él teclea en el ordenador, los medicamentos salen por la ventanita, pago y me voy. Pero cuando estoy para salir de la farmacia, una señora con cara de malas pulgas me toca en el hombro y me dice: La próxima vez a ver si respeta la cola y a las personas que estamos aquí. Siento sobre mí las miradas de todos los presentes, incluidos los farmacéuticos y, toda abochornada, me disculpo argumentando que no he visto la cola, cosa que es verdad, pues no podía imaginarme que las personas que estaban allí formaran una cola central de la que se desplazaban por turno riguroso a los distintos mostradores conforme se quedaba uno vacío y guardando una prudente distancia hasta ellos.

     Mismamente como en los bancos, oiga. Pero es que llevo 40 años entrando en esa farmacia y nunca ha funcionado así. Muchas veces he tenido que esperar largo rato cuando alguien se atasca dudando si las pastillas que aparecen en el ordenador son las que toma o las que ha dejado de tomar, o cuando alguien consulta la forma de tomar un medicamento o si esa crema tan cara le quitará el acné. Pero nunca, y quiero decir nunca, ha habido este sistema prusiano que los nuevos farmacéuticos han impuesto. Muy eficiente, eso sí, pero ¿dónde quedan ahora las consultas confidenciales? ¿Y los comentarios sobre lo que ocurre en el barrio? ¿Cómo se las arreglan ahora cuando hay que pesar a un bebé o abrirle las orejas para los pendientes? ¿Hace cola o no hace cola el bebé? ¿El farmacéutico puede salir de detrás de su mostrador o está atornillado al suelo?  Son preguntas que me hago y que quizá no resuelva si es que no vuelvo por esa farmacia de toda la vida. Que me están dando ganas, la verdad.
             

21/1/15

Emprendedores Made in Spain






     Antes de Navidad os hablaba de una pareja de emprendedores muy jóvenes que habían abierto una panadería cerca de mi casa y me disponía a ayudarles en lo que pudiera para que salieran adelante. Bueno, pues ahora quiero contaros lo que ha venido después.

     Como decía, al principio estaban los dos llenos de sonrisas y de atención a los clientes, pero poco después empezaron a turnarse, con lo que la espera de los clientes en la puerta se aumentó. Pasan unos días más y comprueban que por las tardes hay menos público y, además, parte de los artículos se les han terminado, así que deciden cerrar, mientras el resto de las panaderías permanecen abiertas incluso hasta las 9 de la noche. 

     Llega entonces la Navidad y, con muy buen sentido comercial, empiezan a traer artículos novedosos –y bastante caros- que se los quitan de las manos, a pesar de que, con una sola persona atendiendo, la espera se hace larga. Paso por allí el día 24 a media mañana y me sorprende encontrar la panadería prácticamente vacía, con algo de pan y poco más en vísperas de varios días de fiesta, así que me voy a otra panadería para aprovisionarme. Pero es que vuelvo el sábado, día 27, dispuesta a comprar para el fin de semana y me encuentro con un letrero que anuncia que estará cerrada del 25 al 28, o sea cuatro días de cierre en plena Navidad.

     Si este negocio fracasa y esta pareja se va al paro, se dirá que es la crisis o que tenían demasiada competencia, pero ¿realmente es así? 

14/1/15

C.S.






     Te fuiste en plenas luces de Navidad y ni siquiera pude entonces subirte estas palabras, porque lo que tocaba era una felicitación navideña. Como navideño era también el ambiente de las calles cuando caminaba aquella noche hacia un velatorio en el que nadie estaba realmente triste porque a nadie le importabas demasiado. Quizá inspirada por tu próxima partida, en este blog hablábamos hace poco de soledad, de personas sin familia que viven aisladas en sus casas aguardando lo que ya te ha llegado a ti. Pero tú ya ni siquiera tenías casa. Te has ido sin casa, sin muebles, sin fotos ni cartas familiares, sin recuerdos de tu juventud… sin nada. Dicen que la mortaja no tiene bolsillos, pero si la tuya los tuviera, no hubieras encontrado nada que meter. Y lo que es más triste, te has ido en soledad, sin una mano a la que asirte, sin nadie que te despida con amor y dolor. Adiós amiga, que la muerte te compense de todo lo que la vida te ha negado en estos últimos años. Descansa en paz.

     Olvidaba decirte que, al volver de tu entierro, el sol radiante me pareció un sacrilegio. 

     

7/1/15

La Oración Franciscana


     En las felicitaciones de Navidad, tengo desde hace muchos años una especie de fórmula que he repetido infinidad de veces.

Paz y Amor en esta Navidad y siempre.

     Paz y Amor son palabras que se repiten con frecuencia sobre todo en esos días, pero que para mí hacen referencia a la llamada Oración Franciscana, esa oración que muchas veces se ha atribuido a San Francisco de Asís, pero que sabemos  procede de principios del s.XX y que no era una oración propiamente, sino un poema.

     Como la Wikipedia tiene una larga información sobre ello, no insisto, pero sí quiero poner de relieve que, sea oración o poema, se rece o se declame,  se medite o se cante, estos versos compendian todo lo que necesitamos para crear un mundo nuevo en el que habite la justicia, como dice la 2ª carta  dudosamente atribuida al apóstol Pedro.

     ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! 
     Que allí donde haya odio, ponga yo amor; 
     donde haya ofensa, ponga perdón; 
     donde haya discordia, ponga unión; 
     donde haya error, ponga verdad; 
     donde haya duda, ponga fe; 
     donde haya desesperación, ponga esperanza; 
     donde haya tinieblas, ponga luz; 
     donde haya tristeza, ponga alegría.

     ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto 
     ser consolado como consolar; 
     ser comprendido, como comprender; 
     ser amado, como amar. 

     Porque dando es como se recibe; 
     olvidando, como se encuentra; 
     perdonando, como se es perdonado; 
     muriendo, como se resucita a la vida eterna.

1/1/15

Año Nuevo

 



     Pues nada. Otro año más aquí, mirando las luces del Ayuntamiento, sin la menor intención de hacer un paralelismo con las luces de los concejales que lo des-gobiernan.  Y con la novedad este año de ese cartel conmemorativo del nombramiento de Granada por la UNESCO como Ciudad de la Literatura. Ahí es nada. La única ciudad de lengua española incluida en la red de Ciudades Creativas, en el apartado de literatura. Si ya se ha dicho siempre que en Granada das una patada en el suelo y salen diez escritores y veinte poetas...

     Así que con este gran honor y la inmensa responsabilidad de no dejar mal a la UNESCO, os deseo a todos 


¡FELIZ AÑO NUEVO!