26/4/16

La oficina







     Desde hace un tiempo, digamos que de unos años a esta parte, vengo notando que las gestiones que hago tanto en organismos públicos como privados, me son cada día más difíciles y el trato es cada vez peor, por lo que no se si es que el personal va creciendo en desatención o es que yo voy envejeciendo y el trato que recibo es el correspondiente a mi edad.

     Sí, sí, no os extrañéis: correspondiente a mi edad. Todos sabemos que en estas oficinas no se trata igual a un señor importante que al que viene de un pueblo con su boina en la mano y no se trata igual a un hombre que a una mujer, por lo que no es nada extraño que no se trate igual a una persona joven que a otra con el pelo blanco y, encima, mujer. O sea, dos papeletas para que te dejen como un guiñapo. 

     Que es lo que me ha ocurrido hoy cuando he intentado hacer una gestión en una empresa pública/privada. Hasta el punto de que si no he presentado una queja en la gerencia contra la empleada es porque quizá tenga que hacer otra gestión dentro de poco y no me conviene señalarme.

     Y la pregunta que me queda siempre en estos casos es que hubiera pasado si en vez de ser mujer mayor hubiera sido hombre y joven. Así que estoy considerando seriamente la posibilidad de hacerme acompañar en estas gestiones por un hombre con apariencia de hijo y, a ser posible, vestido de Giorgio Armani. Yo, que siempre he ido sola a todas mis batallas administrativas y bancarias y que, incluso, en las guerras más cruentas he considerado que si iba acompañada demostraba inseguridad y eso me restaba posibilidades. Vivir para ver… Para ver como te pisotean impunemente.     

18/4/16

La manifa






     El pasado jueves me fui a ver una exposición que me interesaba, más que la exposición en sí, el sitio donde se exhibe: la Biblioteca Central de la UGR, albergada en el magnífico edificio del Hospital Real, donde se encuentra también el Rectorado.

     La exposición está compuesta por los ejemplares antiguos de El Quijote que posee esta biblioteca y otros más modernos, pero curiosos, que han cedido distintas personas, entre ellas el que fue rector de esta Universidad, luego director de la Unesco y ahora fervoroso “podemita”: Federico Mayor Zaragoza.

     Dejando aparte mi ocurrencia de ir al Hospital Real un 14 de abril y agradeciendo a la empresa de autobuses que me paseara por toda la ciudad por el mismo precio que un trayecto corto, gracias a la manifestación que cortaba el centro, a lo que voy es a que, a la salida de ver los Quijotes y tratar de hacer fotos a unos artesonados que se resistieron, me encontré en la puerta varios policías y la manifestación que se acercaba, pues, al parecer, su fin era exponer sus reivindicaciones sobre la enseñanza a una rectora que hacía rato estaba almorzando en su casa. Y, claro, les hice fotos también con el móvil. Ya las veis ahí arriba: los de la enseñanza y detrás algunos conmemorando el día.

     Yo suelo vestir bastante informal, pero casualmente ese día iba muy “puesta” con una blazer negra y un foulard de gasa. ¿Y que pasó? Pues que los de la manifestación se me quedaron mirando y, aunque no me dijeron nada, vi en sus caras el desprecio hacia la señora “facha” que no comparte sus posturas y que ve su bandera como una curiosidad. Y me acordé de cuando, en las manifas de otros tiempos, cantábamos a los que se asomaban a vernos pasar desde sus casas:

     Burgueses, cabrones,
     bajad de los balcones.

     ¿Qué sabíamos de aquellas personas, aparte de que vivían en el centro y no se habían manifestado? ¿Que sabían los del jueves de mí? ¿No encasillamos a las personas demasiado pronto?
    

10/4/16

A vueltas con el sexismo





Leo en la prensa que la Junta de Andalucía, en su Manual de Lenguaje No Sexista, aconseja utilizar “población andaluza” en vez de “andaluces”. 

¿Y qué hacemos ahora con el himno?





3/4/16

Del amor al odio







     Dicen que del amor al odio hay solo un paso, pero esta vez ha habido algo más de una semana, pues el Viernes Santo hablábamos del amor y ahora nos vamos al extremo contrario, al odio. Afortunadamente, en esto no puedo hablar en primera persona, pues, hoy por hoy, no creo que odie a nadie. Puede ser que me caiga gordo algún político o el tipo que limpia las escaleras, pero odiar, lo que se dice odiar, me parece que no.

     Sin embargo, hace unos días me tropiezo en IDEAL un artículo que habla de los delitos de odio, que, como sabéis, así están tipificados algunos delitos que no se sabía como encajar en las definiciones habituales y que, a mi juicio, son los delitos más viles y absurdos, puesto que la persona que los comete no saca ningún beneficio de ello. Según este artículo de José R. Villalba, Granada no está especialmente significada en este tipo de delitos, pero a pesar de eso, en un año se han duplicado, pues en 2014 se dieron diez casos y en 2015 llegaron a veinte, de los cuales siete estuvieron relacionados con el racismo, seis con la ideología, otros seis fueron ataques a discapacitados y uno contra prácticas religiosas. Casos concretos que se publicaron en la prensa fue el del vecino de un pueblo cercano que se mofó en las redes sociales de la muerte accidental de un miembro del Tedax, un artificiero de los que exponen su vida todos los días desactivando explosivos, el indigente y el transexual que fueron agredidos, o las repetidas amenazas de muerte que recibió una concejala de IU también en las redes sociales.

     El artículo termina hablando de que el problema para detener a los autores de estos delitos es casi siempre que no hay denuncias o que estas se retiran quizá por miedo a las represalias. O sea, que a la vileza de este tipo de delitos hay que añadir la impunidad en la que la mayoría de las veces se amparan los autores que, sabiéndolo, los cometen con la mayor libertad y repetidamente. Racismo, xenofobia, intolerancia, rechazo del diferente… 1.328 delitos de odio denunciados en un año en toda España, una media de cuatro al día. Un deporte nacional al alcance de todos.